Se
veía, todas las noches, un cellista tocando en su balcón. Al principio, muy
poca gente se juntaba a verlo. Solo grupos de cuatro o cinco personas. A medida
que se sucedían los días, semanas y meses, mucha más gente se agolpaba cerca de
su balcón para oírlo tocar. Él siempre tocaba la misma pieza: la
Suite N º1 de Bach. Al contrario de los
demás músicos que la interpretaban con notas rápidas y cortantes, este cellista
lo hacía más despacio, subiendo y bajando la velocidad a placer.
Mientras más tocaba la Suite , más gente venía a
verlo. A muchos les gustaba escuchar música clásica e iban, aunque el cellista
solo tocara la Suite N º1
de Bach para Violoncello en Sol Mayor. La gente disfrutaba de su
interpretación. Muchos avezados conocedores lo comparaban con Mischa Maisky y
algunos se atrevían a decir que superaba con creces a Rostrópovich. A otros
poco les importaba si la tocaba mejor que esos dos famosos intérpretes. Muchos
volvían cansados del trabajo y encontraban en esa música un poco de
tranquilidad antes de volver a sus casas.
Lo empezaron a filmar y a subirlo a
Youtube. La interpretación de este cellista tocando en su balcón superaba
tranquilamente el millón de reproducciones. De todo el mundo comentaban y
planeaban para ir a verlo tocar en vivo, aunque solo tocara la
Suite N º1 para violoncello de Bach. Esto
tuvo repercusiones en varios medios del mundo. Todos alababan a este gran
músico, que hasta ese momento, nadie sabía su nombre, apellido o algún dato
referido a su vida. Él solo tocaba la suite Nº1 de Bach todas las noches. Y a
la gente le encantaba.
Luego de varios meses, la fama de
este era tal que tenían que cortar varias calles para que la gente lo fuera a
escuchar. Todos esperaban expectantes que tocara lo que habían estado esperando
por varias horas. Él músico salió, se sentó y arrancó con el primer movimiento
de la Suite : su
preludio. Luego continuó con el allemande, courante y el sarabande. Lloraban de
emoción los que estaban cerca de ese balcón. No podían creer que tanto talento
saliera de ese pequeño balcón. Al terminar el Gigue, el violoncellitsta se
levantó. La gente rompió en aplausos y esperaron a que dijera algunas palabras.
Él solo atinó a mirar hacia a la calle para encontrar algún hueco entre la
gente y se dispuso, rápidamente, a tirar el cello por el balcón. Luego dio
media vuelta, y entró a su departamento.
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