jueves, 8 de septiembre de 2011

Despedida


            Este nuevo amanecer

mientras se vuela el presente,

me trajo todo el ayer

tu retrato entre la gente

Amor Ausente F. Toro

            Yo No tenía idea que, al subir al colectivo, sería la última vez que te iba a ver. No, no a tú hermana. A vos. No tenía el mínimo atisbo de que, cuando miraba el mar en medio de la noche, la suerte ya estaba echada. Que cuando bajara del colectivo, no iba a tomar (al día de hoy) esa línea de nuevo. Simplemente me hiciste desaparecer. Simplemente decidiste desaparecer de mi vida. Le diste un desenlace a lo que vivimos, cuando todavía creía (iluso yo) que estábamos en el nudo. Cuando quise reaccionar, ya era tarde. Todo estaba dicho.
            Digo lo que digo porque hace rato que venía pensando en que me había equivocado de persona. En que sentía que tenía una conexión mucho más fuerte con vos que con tu hermana. Creo que por (estúpidos) prejuicios no quise dar un paso más. (Lamentablemente) Ahora que lo pienso, no tendría que haberme sentido así. No tenía que haber dejado que esos prejuicios ganaran. Tendría que haberte dicho que me acompañaras a casa esa madrugada, para que yo pudiera subir ese escalón de mi casa, quedar a tu misma altura y darte un beso. Y pedirte que te quedaras hasta que el sol saliera.
            Pero no. Cometí errores. Errores tontos, pero errores al fin. Algo que tendría que haber callado. Algo que nunca tendría que haber mencionado. Especulaciones, entredichos, todo lo que vivimos se terminó por eso. Por chismes berretas que no venían al caso. Pero Los errores se pagan. Y caro. Muy caro. Tan caro me costaron, que ya no puedo verte. Ya no puedo tocarte. Ya no puedo sentirte.
            Te cuento que me costó acostumbrarme a todo esto. A saber que estás tan cerca, y tan lejos a la misma vez. A tener que olvidarte y dar vuelta la página. A evitar canciones, bandas, solo porque me recuerdan a vos. Porque me recuerdan a las mañanas cuando te veía. A las noches cuando hablábamos por horas interminables. Cuando nos reíamos. Cuando nos mirábamos. Los primeros días fueron muy difíciles. Es ahí cuando las obligaciones ayudan a no pensar. Pero las noches eran complicadas. Muy complicadas.
            El tiempo ayuda a evadir, pero no a olvidar. Ayuda a evadir los momentos feos para recordar los felices. Para recordarme del día que tu hermana puso cara cuando no me gustó lo que había preparado para comer (¡encima había estado toda la tarde-noche para hacer esa comida! (¡maldita salsa!)), cuando fui un recital porque iba ella, en fin, esa clase de recuerdos. No el recuerdo de los mensajes y las llamadas inútiles, cuando mi error no tenía posibilidad de poder ser enmendado. De pensar que no te andaba el celular, hasta darme cuenta de la realidad.
            Decidí a escribir esto porque te me viniste de repente en medio de la noche, mientras terminaba de ver una película. Llegaste como un pensamiento que decidió anidar en mi mente por lo que restaba de la noche. Rondaste por toda ella metiéndote en lugares que pensaba estaban cerrados. Con llave y candado. Con códigos de seguridad e identificación de huellas dactilares. Sin embargo rompiste con todo eso. Pensé en hacer esto como último recurso, para ver si te puedo dejar atrás.
            Ya es hora de que vaya concluyendo, porque creo que ya dije todo lo que tenía para decirte. Ojala pudiera encontrarte de vuelta para decirte todo esto cara a cara. Lamentablemente, cuanto más quiero encontrarte, parece que vos te empecinas en alejarte mas y mas. A pesar de la cercanía, de saber la línea de colectivo, de estar a dos pesos con diez lejos de vos, no puedo. Farewell. Que tengas una buena vida

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