Pelotas multicolores invadieron las
calles una soleada mañana de domingo. Nadie supo como llegaron. Solo rebotaban
por las calles, avenidas, carreteras, como si les pertenecieran. No seguían una
ruta fija. Solo giraban, metiéndose en ventanas, en patios, en casas. La gente
se preguntaba quien tuvo semejante idea ¿Es una campaña publicitaria? ¿Algo
para el verano? Varias personas se acercaron a ellas. Tenían una textura
rugosa. Eran muy livianas, como si
estuvieran llenas de aire. Mientras tanto, ellas seguían apareciendo,
inmiscuyéndose en cada rincón que podían hacerlo. Parecían pelotas llenas de
vida, de pasión.
Los medios se hicieron eco de lo
sucedido. Casi todos lo atribuían a una argucia publicitaria, ya que se
acercaba el verano y muchas empresas hacían este tipo de movidas. Sin embargo,
ninguna empresa admitió nada. Las pelotas continuaban siendo un misterio. Las
horas pasaban y ellas no paraban de arribar a la ciudad. Seguían rebotando,
Esta vez a un mismo ritmo, a un mismo compás. Continuaron así toda la noche:
pum, pum, pum, como tambores que no paraban de retumbar. A la mañana siguiente,
las pelotas multicolores pararon de picar. Se detuvieron al mismo tiempo, sin
moverse un centímetro. La gente no prestó atención. Siguió con su rutina,
comprando, caminando de aquí para allá apurados, con caras de cansados por la
nueva semana que comenzaba.
Las pelotas empezaron a moverse
despacio, sin que nadie se diera cuenta. Poco a poco, iban adquieriendo
velocidad y fuerza. Comenzaban a rebotar una vez más, todas al unísono. Primero
unos pocos centímetros, luego un poco más alto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario